Había una vez en un pequeño pueblo un humilde carpintero llamado Pedro. Era conocido por su habilidad para construir los muebles más resistentes y hermosos, pero también por su generosidad. Un día, mientras caminaba por el bosque, Pedro encontró a un anciano sentado junto al camino, cansado y hambriento. Sin dudarlo, el carpintero le ofreció su pan y lo acompañó hasta el pueblo para que descansara en su casa. Al día siguiente, el anciano, agradecido, le entregó a Pedro una semilla y le dijo que la plantara y la cuidara con paciencia, ya que traería fortuna a su vida. Pedro, aunque desconfiaba, decidió plantar la semilla en su jardín. Pasaron los días, y de la semilla creció un árbol magnífico cuyos frutos brillaban como el oro. Cada vez que recogía un fruto, Pedro lo compartía con sus vecinos y ayudaba a quienes más lo necesitaban. Con el tiempo, Pedro no solo se hizo más rico, sino también más querido en el pueblo. Su bondad y generosidad le habían traído no solo prosperidad, si...
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